Embajador artístico e incansable viajero
En 1928 el artista decide realizar un
viaje por el extranjero. Se dirigió a Nueva York para presentar una exposición
de sus Dibujos de la Revolución; inició de ese modo una actividad que le
permitirá cubrir sus necesidades, pues Orozco se financia a partir de entonces
gracias a sus numerosas exposiciones en distintos países. Su exposición
neoyorquina tuvo un éxito notable, que fructificó dos años después, en 1930, en
un encargo para realizar las decoraciones murales para el Pomona College de
California, de las que merece ser destacado un grandilocuente y poderoso
Prometeo; en 1931 decoró, también, la New School for Social Research de Nueva
York.
Pero pese a haber roto con los moldes
academicistas y a su rechazo a las innovaciones estéticas de la vieja Europa,
el pintor sentía una ardiente curiosidad, un casi incontenible deseo de conocer
un continente en el que habían florecido tantas civilizaciones. Los beneficios
obtenidos con su trabajo en Nueva York y California le permitieron llevar a
cabo el soñado viaje. Permaneció en España e Italia, dedicado a visitar museos
y estudiar las obras de sus más destacados pintores.
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