Dioses del mundo moderno (1932)
Orozco consiguió dar a sus obras un cálido
clima afectivo, una violencia incluso, que le valió el calificativo de
"Goya mexicano", porque conseguía reflejar en el lienzo algo más que
la realidad física del modelo elegido, de modo que en su pintura (especialmente
la de caballete) puede captarse una oscura vibración humana a la que no son
ajenas las circunstancias del modelo. Conservó este sobrenombre para dar
testimonio de la Revolución Mexicana con sus caricaturas en La Vanguardia,
uniéndose de ese modo a la tradición satírica inaugurada, a finales del siglo
XIX, por Escalante y Villanuesa.
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